Diecisiete años después de su desplazamiento forzado, y gracias a la labor de la Unidad de Restitución de Tierras fueron restituidos los derechos sobre su predio a una pareja víctima del Bloque Norte de las Autodefensas, al mando del ex jefe paramilitar, Rodrigo Tovar Pupo, alias de Jorge 40.
José Antonio Díaz aseguró sentirse contento porque, gracias a la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, hoy junto a su compañera pueden soñar con una vejez segura. El fallo del Tribunal Superior de Cartagena – Sala de Restitución de Tierras, además de reconocer su calidad de víctima y los derechos sobre su predio de 22 hectáreas; estableció la asignación de recursos para el desarrollo de un proyecto productivo; ordenó la entrega de subsidio de vivienda y alivio a los pasivos financieros, así como tributarios.
“Fueron años de mucha zozobra. Durante este tiempo pasamos dificultades junto con mi esposa, pero todo eso quedó atrás; nos sentimos agradecidos porque estamos de vuelta”, cuenta José Antonio, en medio del llanto, al recordar que a la fuerza debió entregar sus tierras a los grupos armados.
Este valiente y trabajador hombre, en medio de la entrega, afirmó que recibir este predio lo llena de vitalidad y energía. “Sacaremos adelante estas tierras, con la ayuda de mis hijos”, agregó.
La directora de la Unidad de Restitución de Tierras en Cesar y La Guajira, Claudia Manotas, aseguró que, “con la entrega de este predio, comenzamos el 2021 con el proceso de reparación integral de los derechos de quienes han sido desplazados o despojados por la incursión de grupos ilegales”.
El predio restituido se encuentra en la vereda Santa Rita del municipio de El Copey, Cesar. Los hechos violentos se presentaron el 24 de septiembre de 2004, cuando ingresó al predio un grupo de hombres armados con pasamontañas, quienes se identificaron como miembros de las Autodefensas y le manifestaron que debían desocupar el lugar o de lo contrario no responderían por sus vidas.
En esta región el despojo se dio con amenaza directa de los grupos paramilitares, quienes llegaban a las parcelas e intimidaban a los campesinos y posteriormente aparecían personas que desean comprar las parcelas. Ante la renuencia de los campesinos de dejar las tierras, las masacres y los asesinatos selectivos eran la forma para presionar el desplazamiento y posteriormente la entrega formal de la tierra. Con la llegada de la seguridad a la zona y su estabilización hoy estas tierras son sinónimo de esperanza.