Las autoridades romanas se enfrentan a todas las dificultades que supone convertirse en la capital del mundo, en la que durante días se vivirán grandes emociones por el fallecimiento del papa Francisco.
Tan pronto como el prefecto Lamberto Giannini recibió la noticia de la muerte del Pontífice, el plan de protección civil fue activado en la Sala de Operaciones de San Vitale, el centro de coordinación de las fuerzas del orden público en Roma.
El operativo, en el que participan carabineros, bomberos, la Guardia de Finanzas y la gendarmería vaticana está inspirado en citas históricas precedentes multitudinarias, particularmente la muerte del papa Juan Pablo II hace dos décadas.
El objetivo es «asegurar que este otro gran evento pueda tener lugar con seguridad y con el respeto debido al Pontífice», asegura Giannini. En concreto, se trata de dar seguridad a los visitantes y causar las mínimas molestias a los residentes, evitando el colapso de la ciudad, facilitando la movilidad de las personas y reforzando la vigilancia en estructuras del voluntariado y estratégicas, como aeropuertos, carreteras y estaciones de transporte.
El funeral del Papa polaco en 2005 ilustra perfectamente la magnitud del desafío que enfrentan las autoridades italianas. En aquella ocasión, cerca de un millón de peregrinos siguieron el sepelio del Pontífice en la Plaza de San Pedro o a través de las 27 pantallas gigantes instaladas en la ciudad.
Los autobuses y tranvías incrementaron su servicio en 40 %, el Metro registró 290 mil viajes adicionales al día, la estación de tren contabilizó 200 llegadas extras y alrededor de 5 mil 200 autobuses arribaron para darle el adiós a Karol Wojtyla.
Las autoridades prevén la llegada a la urbe italiana de centenares de miles de peregrinos y representantes de la clase política internacional, con motivo de los eventos que tendrán lugar previo a la elección del nuevo Papa.
El operativo irá escalando conforme se acerque el funeral, programado para el sábado y que se caracterizará por el traslado del féretro del papa Francisco de la Basílica de San Pedro a la Basílica de Santa María la Mayor para su entierro. Ese día, la zona amanecerá blindada con detectores de metales, barricadas, francotiradores, escuadrones de detección de explosivos y unidades de la policía canina y montada. (El Universal).