La hipertensión es una afección que aumenta el riesgo de sufrir distintos problemas cardiovasculares.
A pesar de su incidencia (se estima que alrededor de 1.130 millones de personas tienen hipertensión) es un trastorno prevenible. Esto puede lograrse adoptando hábitos saludables, incluida una dieta sana. Aunque para esto suele hacerse foco en los alimentos, las bebidas también cumplen un papel clave. Aquí veremos cuáles son las más peligrosas.
Bebidas alcohólicas
Una bebida alcohólica es toda aquella que en su composición se presenta etanol, también conocido como alcohol etílico.
Este puede encontrarse de forma natural o adquirida, lo importante es que sea igual o superior al 1 % del volumen de la bebida. Las bebidas alcohólicas pueden diferenciarse en:
Fermentadas: cerveza, vino o sidra, entre otras.
Destiladas: whisky, coñac, vodka, ron o ginebra, entre otras.
El consumo recomendado de bebidas alcohólicas es hasta 2 tragos diarios para los hombres y 1 para las mujeres. Un trago equivale aproximadamente a un vaso de cerveza, una copa de vino o una medida de bebida destilada.
La diferencia entre sexos parte de que los hombres poseen más agua en el cuerpo, por lo tanto, si bebieran la misma cantidad, la concentración de alcohol en sangre para la mujer tendería a ser mayor.
Entre las consecuencias para la salud de un consumo excesivo de alcohol se encuentra un mayor riesgo de hipertensión, debido a que estas bebidas pueden aumentar la retención de líquidos y con ello el volumen de la sangre.
También pueden estimular el sistema nervioso simpático y la frecuencia cardíaca, incrementando la tensión arterial.
Café
El café es una bebida que se obtiene a partir de los granos tostado y molidos del fruto del cafeto (Coffea). Es altamente estimulante por su importante contenido de cafeína, una sustancia amarga y estimulante del sistema nervioso central.
Su consumo suele asociarse a distintos beneficios para la salud, siempre y cuando se beba con moderación, es decir, entre 2 y 3 tazas al día (lo que representa una ingesta de aproximadamente 250 mg de cafeína).
En exceso puede afectar el metabolismo de muchas formas, incluyendo el aumento de la presión arterial. No se conoce la causa exacta de esta relación, aunque los expertos señalan que podría deberse a que bloquea una hormona que ayuda a mantener las arterias ensanchadas.
También se baraja la posibilidad de que la cafeína provoca que las glándulas suprarrenales liberen más adrenalina, lo que causa que la presión arterial aumente.
Energizantes
Las bebidas energizantes, también llamadas energéticas o hipertónicas, surgen con el objetivo de que quien las consume:
Alcance un mayor nivel de concentración.
Aumente su resistencia física.
Consiga una sensación de bienestar.
Elimine sustancias nocivas del organismo.
Estimule el metabolismo.
Evite el sueño.
Logre reacciones más veloces.
No deben confundirse con las bebidas isotónicas, destinadas a reponer líquido y sustancias perdidas durante la actividad física. Entre los principales ingredientes de las bebidas energizantes encontramos:
Agua carbonatada.
Aspartamo (edulcorante destinado a las versiones dietéticas).
Azúcares.
Cafeína.
D-glucurono-gammalactonna (carbohidrato).
Guaraná (hierba).
Taurina.
Vitaminas B (B2, B3, B4, B5, B6 y B12).
Esta combinación de ingrediente actúa sobre el sistema nervioso central, inhibiendo los neurotransmisores encargados de transmitir sensaciones de cansancio, fatiga, agotamiento o sueño, a la vez que potencia aquellos relacionados con el bienestar y la concentración.
Si bien proporcionan energía casi inmediata al cuerpo, realmente no acaban con la fatiga muscular o el agotamiento, sino que inhiben temporalmente esas sensaciones. Por este motivo, es común que el decaimiento resurja una vez que termina el efecto de la bebida.
La exposición constante a la cafeína de los energizantes puede sobrexcitar al sistema nervioso simpático del cuerpo, aumentando la presión arterial y desencadenando anomalías del ritmo cardíaco, paros cardíacos, infartos de miocardio, disecciones coronarias o vasoespasmos.
Refrescos
Los refrescos, también llamados sodas o gaseosas, son bebidas saborizadas que se elaboran con:
Agua carbonatada.
Edulcorantes (naturales o sintéticos).
Colorantes.
Conservantes.
Desde hace años los investigadores y profesionales de la salud advierten que su consumo excesivo puede provocar distintos problemas, incluida hipertensión.
Esto último se vio en distintos estudios que hallaron que las personas que normalmente consumen refrescos tienen un riesgo más alto de sufrir alteraciones en sus niveles de presión arterial.
Los expertos señalan que esto puede deberse a que la ingesta de azúcar (presente en los refrescos) a largo plazo puede desencadenar en un incremento de peso, y se ha comprobado que por cada 10 kilos ganados la tensión arterial aumento entre 2 y 3 mm/Hg.
Consumir estas bebidas también puede aumentar los niveles de azúcar en sangre, que a la larga puede causar daño renal o diabetes tipo 2, factores de riesgo de la hipertensión.
Bebidas ricas en sodio
El sodio en la dieta es un reconocido factor de riesgo para la hipertensión, ya que su ingesta regular favorece la retención de líquidos en el organismo. Esto ocasiona un aumento del volumen de sangre, y así, de la presión arterial.
Si bien se suele señalar a distintos alimentos ricos en sodio como los principales responsables, y se aconseja limitarlos o evitarlos, como quesos, frituras, dulces, panificados industriales o embutidos, no se deben olvidar las bebidas que también contienen sodio y puede ser perjudiciales en exceso, como la leche o el agua con gas.
Qué es la presión arterial y cómo se controla
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de los vasos sanguíneos o las arterias. Puede medirse en milímetros de mercurio (mmHg), teniendo en cuenta la actividad del corazón, que se expresa mediante dos cifras:
El valor más elevado («primero» o «de arriba») corresponde a la presión sistólica, que refleja la cantidad de presión dentro de las arterias cuando el corazón se contrae.
El valor menor («segundo» o «de abajo») indica la presión diastólica, que refleja la presión dentro de las arterias durante la fase de reposo entre latidos.
Se consideran niveles normales cuando la presión sistólica está por debajo de los 130 mmHg y la presión diastólica por debajo de los 80 mmHg. La hipertensión ocurre cuando estos números se superan.
Esta afección puede provocar graves daños cardíacos, como endurecimiento arterial y reducción del flujo de la sangre y el oxígeno al corazón. Esto, a su vez, puede causar:
Accidentes cerebrovasculares (ACV).
Dolor torácico.
Infarto de miocardio.
Insuficiencia cardíaca.
Insuficiencia renal.
Los profesionales de la salud resaltan que la hipertensión es una afección prevenible, y los niveles de presión arterial se puede controlar siguiendo ciertos consejos:
Reducir la ingesta de sal (a menos de 5 g diarios).
Consumir alimentos con propiedades vasodilatadoras, especialmente frutas y vegetales, como: aceite de oliva, ajo, arándanos, bananas, manzanas, sandías o tomates, entre otros.
Hacer ejercicio regularmente.
Evitar o limitar el consumo de alcohol, tabaco y alimentos ricos en grasas saturadas.
Mantener períodos y horarios de sueño regulares.
Controlando el estrés.
Usar, bajo supervisión y recomendación médica, ciertos medicamentos, como inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y bloqueadores de los canales de calcio. (HolaDoctor.com).