A los 37 años, Laura llevaba meses sintiéndose agotada y con un malestar constante que no lograba entender. Sus días comenzaban con una sensación de pesadez abdominal que no desaparecía. A menudo se sentía hinchada y sufría dolor en las articulaciones, lo cual la preocupaba cada vez más. ¿Era posible que estuviese comiendo algo que no le estaba haciendo bien? Descartó la enfermedad celiaca porque pensaba que era algo que padecía la gente desde su nacimiento.
Luego, apareció un malestar estomacal persistente que le robaba la energía y le impedía concentrarse en su trabajo y que casi siempre concluía en diarrea. Laura, a quien conozco por temas laborales y sé lo entregada que es a su trabajo, pensó que sus síntomas se relacionaban con el estrés, el cual afecta de manera diferente a mujeres y a hombres. También concluyó que la mala alimentación era lo que la tenía enferma y ajustó su horario de comidas, evitó chucherías y refrescos, pero nada mejoró su situación.
Finalmente, después de meses de incertidumbre y preocupación, Laura decidió acudir al médico. En la consulta, describió detalladamente sus síntomas y la frecuencia con la que aparecían. El médico, tras escucharla atentamente, decidió realizar una serie de pruebas, incluyendo un análisis de sangre y una biopsia intestinal. Una semana después, llegó el diagnóstico: era celiaca.
Laura tiene casi 40 años y no entendía cómo era posible que tuviese esta enfermedad a “estas alturas”, resulta que, según un artículo publicado en la Revista Española de Enfermedades Digestivas, la enfermedad celiaca puede manifestarse en cualquier etapa de la vida, desde la niñez hasta la adolescencia, siendo bastante común en adultos y diagnosticándose cada vez más en personas mayores, con hasta un 20 % de los pacientes que tienen más de 60 años al momento del diagnóstico.
Este tipo de diagnósticos pueden ser un alivio, pues dan una explicación a la gran variedad de manifestaciones o síntomas que pueden llegar a sentirse, pero también son un desafío, porque la vida de la persona con enfermedad celiaca cambia radicalmente.
Y es que con esta es una condición autoinmune en la que el consumo de gluten, una proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno, provoca una respuesta inmunitaria que afecta el tubo digestivo y genera la inflamación crónica de la mucosa del intestino delgado.
Qué se siente
Según se explica en Healthline, la enfermedad celiaca tiene síntomas que fácilmente pueden confundirse con otras enfermedades. Algunos de los más comunes son sentirse fatigado, lo cual también ocurre en otros trastornos autoinmunes. Esta fatiga suele ser ocasionada por el dolor crónico, los problemas de sueño y la incomodidad permanente.
La fatiga también puede ser una consecuencia de un cuadro anémico, causado por deficiencia de hierro que no sabemos que padecemos, lo cual afecta nuestros niveles de energía.
Otros síntomas frecuentes que pueden confundirse con una indigestión son la sensación de inflamación y la diarrea. Lo que ocurre es que, con la intolerancia al gluten, se daña el revestimiento del intestino y esto provoca una mala absorción de nutrientes, con lo cual surgen molestias digestivas significativas como diarrea frecuente o estreñimiento. Además, en Healthline se especifica que quienes padecen enfermedad celiaca pueden presentar heces pálidas y malolientes debido a la mala absorción de nutrientes. (Yahoo/vida y estilo).
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