La depresión es un problema de salud pública global, y América Latina no es la excepción. Según indica la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 5% de la población la sufre. Aunque sostienen que el porcentaje puede ser mayor porque hay un subregistro.
Lo que se sabe es que, en la región, el número de personas que recibe un diagnóstico y tratamiento apropiados es muy bajo, y que en muchos casos hay un fuerte componente farmacológico en las terapias. A continuación, un mapa de la situación y opciones para confrontar a ciertas formas de depresión sin medicamentos, enfocado en un caso centinela: Costa Rica.
Puntos clave
La depresión es una crisis en América Latina.
La presión económica y laboral dispara los casos.
Expertos sugieren terapias habladas antes de usar medicación.
Aunque el país fue declarado “el más feliz del mundo” por la National Geographic en 2017, la realidad de la salud mental en Costa Rica está lejos de ser la más feliz.
La pandemia impactó fuerte en el país con un aumento de las tasas de depresión y ansiedad del 35,2 % y 35,6 % respectivamente en 2020. El año anterior, las cifras fueron de 27,6 % y 25,6 %. Sin embargo, el incremento de estas afecciones ya había comenzado a registrarse como tendencia antes de COVID.
Aunque históricamente la pobreza y las tensiones económicas han sido los disparadores principales de los trastornos mentales en Costa Rica, un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) comprobó que más del 22 % de los costarricenses trabajan un promedio mayor de horas que cualquier otro país de la región, unas 43 horas semanales, y se toman menos tiempo que el promedio para el cuidado y esparcimiento personal.
Esto, al parecer, ocurre especialmente en medio ambientes laborales donde existen presiones extremas de rendimiento, competitividad y productividad. Lo que hace que la depresión, la ansiedad y otras afecciones de salud mental estén afectando en especial a los grupos demográficos más jóvenes.
Estas presiones, dicen expertos, en un contexto en el que parece no haber tiempo para la reflexión, está llevando a una tendencia preocupante: el abordaje farmacológico de la afección mental.
En 2021, la Asamblea Legislativa aprobó una ley nacional de salud mental, que en la mirada de expertos de Human Rights Watch, promueve este abordaje.
En el tratamiento de salud mental, dicen las guías de la American Psychological Association (APA), no se pueden tomar atajos: recurrir directamente a la receta del medicamento antidepresivo es una solución de corto plazo. Sin embargo, apuntan que iniciar el abordaje usando la terapia conductual, y las sesiones enfocadas en el diálogo y la palabra, y eventualmente de ser necesario combinar con medicación, es un camino más largo, pero más exitoso.
Concretamente la APA recomienda una lista extensiva para el tratamiento de la depresión en adultos, entre ellas:
Terapia conductual. Enfocada en los cambios en los patrones de conductas que causan dificultades para funcionar a distintos niveles.
Terapia cognitiva. Apunta a modificar evaluaciones pesimistas y patrones de pensamiento inútiles con el objetivo de alterarlos y reducir su interferencia con la vida diaria.
Terapia cognitiva conductual. Se enfoca en problemas y síntomas actuales y en reconocer la relación entre comportamientos, pensamientos y sentimientos, y en cambiar patrones que reducen el placer e interfieren con la capacidad de una persona para funcionar de la mejor manera posible.
Expertos de la APA remarcan que a menudo se recetan medicamentos para el tratamiento de la depresión en adultos. Dado que cada paciente varía en su respuesta y capacidad para tolerar un medicamento y una dosis específicos, los medicamentos deben adaptarse a cada individuo.
Qué es la depresión
La depresión es un trastorno complejo que puede tener muchas causas: el abuso infantil, el haber sufrido violencia doméstica, la muerte de un ser querido, incluso un fracaso de pareja son los escenarios más habituales que suelen desencadenar el trastorno.
Pero el espectro es mucho más amplio: un accidente, baja autoestima, heridas que no sanan, medicamentos que la persona esté consumiendo por otras afecciones (como betabloqueantes, estatinas, corticoesteroides, medicamentos hormonales), historial familiar de depresión, las posibilidades son tantas que solo un especialista podrá llegar a la fuente y recomendar tratamientos apropiados.
Se trata de un trastorno del estado de ánimo que provoca un sentimiento constante o cíclico de desolación y pérdida de interés, en casi todos los aspectos de la vida de la persona. Se diferencia de lo que puede ser una tristeza pasajera, que puede disparar una experiencia de vida específica, en que los síntomas de la tristeza generalmente desaparecen relativamente pronto por sí solos, mientras que los de la depresión persisten en el tiempo.
Y justamente por eso la depresión es a veces difícil de detectar ya que se «camufla» en un estado de tristeza temporal, o incluso de estrés. Y esto es aun muy común en la cultura latina: la idea de que la persona sufre de «nervios».
El Instituto Nacional de Salud Mental identifica los siguientes síntomas como las señales de alerta más notorias, aunque pueden no ser las únicas:
Un estado de irritabilidad permanente
Cambios en el apetito y el peso
Trastornos del sueño (puede ser insomnio o dormir mucho)
Sentir cansancio o una sensación de lentitud durante el día
Tener la energía muy baja
Tener sentimientos de culpabilidad, o sentir que nada tiene sentido
Problemas con la capacidad de enfocar en una actividad, o perder fácilmente la concentración.
Perder la habilidad de tomar decisiones
Tener pensamientos de muerte o suicidio
Latinos en Estados Unidos y depresión
El Estudio SOL (Study of Latinos), que se llevó a cabo por una década en distintas comunidades latinas de los Estados Unidos comprobó que un 27 % de los latinos que viven en el país presentan síntomas de depresión.
El estigma y los tabúes asociados a la afección mental en la comunidad, sumado a barreras para el acceso a la atención, hacen que el diagnóstico y tratamiento sean esquivos para los hispanos que viven en Estados Unidos.
Opciones no farmacológicas para prevenir o enfrentar la depresión
La Universidad de Harvard ofrece esta lista de acciones para tratar la depresión no severa:
Ejercicio
Existe evidencia sólida de que cualquier tipo de ejercicio regular es uno de los mejores antidepresivos. El ejercicio ayuda a reducir los síntomas de ansiedad, mejora la calidad del sueño y aumenta los niveles de energía.
El ejercicio combate la depresión al mejorar las endorfinas, sustancias químicas naturales que crean una sensación de euforia. Algunas investigaciones han sugerido que el ejercicio aeróbico puede tener un efecto antidepresivo especialmente fuerte.
Nutrición
Un estudio publicado en línea el 27 de julio de 2017 por Scientific Reports que examinó las dietas de 8,000 hombres encontró que aquellos que consumían 67 gramos o más de azúcar por día (equivalente a unas tres barras de chocolate) tenían un 23 % más de probabilidades de ser diagnosticados con depresión. en comparación con los hombres que comieron 40 gramos o menos.
¿La conexión? El cerebro depende de un suministro uniforme de glucosa, y demasiada azúcar puede provocar altibajos emocionales extremos seguidos de bajos extremos.
Gratitud
Se ha demostrado que expresar gratitud tiene un efecto emocional positivo en las personas con depresión. Un estudio de 2023 encontró que el simple acto de escribir lo que aprecia en su vida puede aumentar la actividad en la corteza prefrontal medial, la región del cerebro a menudo asociada con la depresión.
El agradecimiento puede no limitarse a la escritura, un llamado, flores u otras formas de expresar gratitud pueden lograr el mismo efecto.
Conexión social
El aislamiento social aumenta el riesgo de depresión de una persona y puede hacer que los síntomas sean más graves y duraderos. Aunque en tiempos de depresión cuesta más salir de la propia coraza, psicólogos aseguran que el esfuerzo vale la pena. (Hola Doctor).