Por: Mello Castro González, Alcalde de Valledupar
Hablar o escribir sobre seguridad, en algunos casos resulta inseguro y no porque como autoridad se pretenda evadir el tema. Es porque cada vez que se aborda, se logran resultados, y/u ocurren hechos lamentables en la ciudad, saltan desde cualquier trinchera un cúmulo de eruditos hablando del tema como si tuvieran la verdad absoluta.
Y no es la primera vez que el tema de seguridad está presente en todas las esferas de nuestra sociedad vallenata. Por años, se ha abordado la situación y esa misma ha crecido a la par de la ciudad, y de los factores que complican esa realidad: microtráfico, hacinamiento en las cárceles, migración, e invasión de zonas urbanas.
Ese mismo problema lo viven muchas ciudades capitales del país, pero es que frente a esta problemática siempre seremos los responsables. Claro, como la Constitución en su artículo 315 refiere que “El alcalde es la primera autoridad de policía del municipio”, todo recae en nosotros y no tenemos escapatoria.
Teniendo en cuenta lo anterior, me queda decir que la realidad es otra porque no somos comandantes de Policía. Nos hemos quedado como actores administrativos, con escasos recursos, entregando herramientas para que la Policía cumpla su deber con prontitud y diligencia como lo establece la Constitución. Y, mientras tanto, nuestra autoridad no es tal, pues los alcaldes no aparecemos en la línea de mando de la institución policiva como lo están el Presidente y el Ministro de Defensa.
No tenemos la capacidad de calificar a los miembros de la fuerza pública, ni pedir su baja por pocos resultados y, cuando lo hacemos, los malos del paseo terminamos siendo los alcaldes.
Recordemos cuando le exigí al comandante de Policía, Douglas Restrepo, mayores resultados de inteligencia y operativos, y resultó que aumentaron más las diferencias y me correspondió buscar, por todos los frentes, la posibilidad de que lo cambiaran, porque los vallenatos no aguantábamos más golpes propinados por la inseguridad.
Insisto, no pretendo evadir mis responsabilidades, pero es claro que la operatividad está en manos de la Fuerza Pública y es esta la que, con mucha inteligencia e investigaciones que reduzcan el delito, pueden -y deben- dar resultados.
Reconozco los esfuerzos que realizan y cómo enfrentan la delincuencia, pero hay que prevenir los actos de inseguridad porque cuando ocurren hurtos y crímenes, estos se hacen más virales en las redes sociales, afianzando el temor colectivo. Mientras, aunque las capturas y operativos se publiquen, no generan el mismo impacto y se pierden en la indiferencia de la gente.
Desde ASOCAPITALES, y como vicepresidente de la asociación, hemos realizado varios diagnósticos sobre el problema de inseguridad. Ya no basta con el aumento del pie de fuerza.
En el caso de Valledupar, la Policía Metropolitana es una mediana solución porque actualmente el Gobierno Nacional pareciera hacerse el de la vista gorda, pues ni invierte en medidas que amainen la problemática, ni trae más personal para el municipio.
Y mientras buscamos soluciones, la situación se complica cuando informes de servicios judiciales indican que el 80 por ciento de los capturados salen libres por vencimientos de términos. No es un problema de la Fiscalía, ni de los jueces y mucho menos de la Policía, sino de la misma ley que es bastante débil.
Ahora, las cárceles con su hacinamiento no están resocializando; por el contrario, hacen a los bandidos más expertos en delinquir. Ya no basta con expedir decretos que prohíban el parrillero en las motos; se necesita que el Congreso revise y modifique el decreto 1417 de 2021 que reglamenta las armas traumáticas, cuyo uso inadecuado es acelerado y se han convertido en armas letales al ser modificadas por los delincuentes. Desde el 2018 han crecido las incautaciones y para la época superan más del 150 por ciento.
La manera de delinquir sigue cambiando, por eso es necesario desde el Gobierno Nacional una política pública de seguridad urbana y revisar los cuadrantes, de tal manera que se intervengan los barrios y así golpear al bandido.
La crisis social generada por la pandemia aumentó los actos delictivos, como también la falta de cultura y convivencia, de ahí que me llame la atención que estén los candidatos a la alcaldía haciendo ilusiones y prometiendo seguridad sin una propuesta específica de la misma y sin tener claro el panorama.
Así que, por muchas obras que se hagan, sociales o de infraestructura, estas no serán nada mientras tengamos como gran lunar la inseguridad.
Por todo esto me atrevo a decir que, al final, no habrá alcalde bueno.