Crecer en un país caribeño tiene muchas cosas buenas, como disfrutar de la playa, de sus aguas frescas, del colorido, de las frutas, de la alegría de la gente, sí, pero también el calor de todo el año puede incitarnos a caminar descalzos cada vez que tenemos oportunidad. Y es que caminar descalzo ofrece una infinidad de sensaciones maravillosas, desde libertad y frescura, hasta un contacto especial con la naturaleza. Se ha dicho incluso que caminar descalzo en algún jardín o en la arena, puede ayudarnos a transitar por episodios de ansiedad o depresión.
Sin embargo, es cierto también que en la medida que nos hacemos adultos, y comprendemos mejor los peligros que pueden esconderse en el terreno -incluyendo infecciones- lo hacemos menos. Podemos lesionarnos o, lo que es peor, comprendemos la angustia de nuestras abuelas cuando nos pedían calzarnos porque “los pies se pondrían anchos o feos”. Y así, todo se convierte en un dilema de vida y costumbres.
Lo cierto es que andar sin zapatos, en terrenos y condiciones adecuadas, sí ofrece beneficios, pero como todo en la vida se trata de equilibrio, también tiene algunas desventajas.
Cuestión de terreno y condiciones
Para obtener beneficios de la marcha sin calzado, una de las recomendaciones más comunes es la de hacerlo en la arena. No es extraño que el pediatra o el ortopedista se lo recomiende a los niños; también, adultos que buscan aliviar lesiones de tobillo o fortalecer las piernas encuentren provechosa esta práctica y es que, según refiere el especialista Víctor Hernán en el portal Fisiolution, la arena ofrece una inestabilidad constante que estimula al sistema músculo-esquelético, lo cual conlleva al fortalecimiento de los músculos y la optimización del equilibrio.
Además, al ser un terreno blanco con capacidad de absorción protege las articulaciones de impactos y si a esto sumamos los beneficios relajantes que ofrecen los paisajes con arena, el resultado es un ejercicio casi perfecto. Sin embargo, esta práctica no es ideal para todos. De hecho, podría ser perjudicial para aquellas personas con patologías del pie o lesiones, con lo cual, si buscamos rehabilitación, lo mejor es consultar al especialista.
¡Callos mejor que suelas!
Por otra parte, un estudio publicado en la revista Nature comparó la sensibilidad y capacidad de protección de los callos de corredores descalzos en Kenia, con corredores con zapatos deportivos en Estados Unidos. Los resultados fueron sorprendentes: aunque las callosidades tienen tanta sensibilidad como la piel suave; pueden proteger al pie e incluso al resto de nuestro esqueleto porque los pies descalzos indican mejor la fuerza con la que golpean el suelo.
Con esto coincide otra investigación publicada en la revista Arthritis & Rheumatology que concluyó que caminar descalzo reduce la presión ejercida sobre las articulaciones en personas con osteoartritis de rodilla.
Adicionalmente, se comprobó que el calzado que usamos afecta de manera importante la manera en que caminamos. Bien lo saben quiénes, usan tacones y es que el tipo de calzado puede impactar nuestra salud.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que no todos los lugares son convenientes para obtener beneficios de caminar descalzo. Es ideal que sean superficies suaves, que no tengan altas temperaturas, que absorban el impacto y que no representen algún peligro escondido. Una opción segura también puede ser hacerlo en interiores, por ejemplo, sobre una alfombra.
Cabe recordar que, si se padece alguna afección de salud importante como diabetes, hay que tener especial cuidado, pues es posible que por el entumecimiento que ocurre en los pies no se sienta cuando se hacen daño y una herida en estas condiciones puede tener graves consecuencias. Igualmente, si se tienen problemas de circulación, o patologías del pie, es fundamental consultar con el especialista sobre esta y cualquier otra práctica física. El médico es la persona indicada para indicarnos la manera más eficiente de mejorar nuestra marcha, fortalecer nuestros músculos y cuidar nuestra salud. (Yahoo/vida y estilo).