Japón lleva más de una década perdiendo población. El país nipón, que en el año 2010 superaba los 128 millones de habitantes, cerró 2022 con 124,8 millones de personas. Un retroceso importante del que se conocen las causas, pero no se encuentran las soluciones para remediarlo. Detrás de estos números decrecientes se oculta una preocupante realidad social: cada vez nacen menos bebés.
Año a año se baten récords negativos sobre el número de nacimientos. Los datos del Gobierno muestran que el año pasado la cifra se situó por primera vez desde que empezaron los registros en 1899 por debajo de los 800.000 nacimientos anuales.
Paralelamente, se va produciendo un progresivo envejecimiento de la población que pone en serio peligro el futuro de Japón. Si en 2011 los niños de entre 0 y 14 años representaban el 13,11 % del total, en 2021 se había reducido al 11,77 %. Mientras tanto, los mayores de 65 han crecido del 23,98 % al 29,79 %, según los datos de Statista.
Una pirámide poblacional invertida que va a ser un problemón en las próximas décadas, ya que amenaza la tasa de reemplazo laboral. Es decir, las nuevas generaciones van a tener muchísimas dificultades para sostener un sistema que va a estar lleno de personas fuera de la edad de trabajar.
¿Por qué no tienen hijos?
Las cifras son solo el síntoma de una situación en la que no se vislumbra un cambio de tendencia. Son varios los factores que explican por qué los jóvenes japoneses no tienen hijos. En 2022, la tasa de fertilidad se situó en los 1,36 hijos por mujer.
La razón principal, como no podía ser de otra forma, es la falta de oportunidades laborales. Tradicionalmente, los picos de natalidad en los países desarrollados han ido de la mano con contextos de bonanza económica y social, tal y como ocurrió en Europa entre 1946 y 1964, tras el final de la II Guerra Mundial. Japón tiene una tasa de desempleo bajísima (2,8 % en 2021), así que el problema no es que no haya trabajo, sino la falta de estabilidad del mismo.
Esta ausencia de buenas oportunidades laborales está dando forma a una sociedad que rechaza el matrimonio y la descendencia porque no se los pueden permitir económicamente. Japón es un país que ha tenido a lo largo de las décadas una tradición de empleo regular, es decir, que las personas cuando empezaban sus carreras profesionales sabían que con su trabajo duro podían mantener los puestos hasta la jubilación. Una coyuntura que proporcionaba mucha seguridad a la hora de formar una familia.
Al igual que en el resto del mundo, las cosas han cambiado. Los jóvenes se enfrentan a empleos con bajos salarios en trabajos temporales, lo que hace más duro el progreso y genera una gran inestabilidad a la hora de dar pasos personales adelante.
Los datos muestran nuevamente una buena radiografía del país. Solo el 20% de los empleados irregulares consiguen cambiar a regulares. En solo 13 años (de 1995 a 2008), el número de trabajadores regulares se redujo en 3,8 millones, mientras que los irregulares aumentaron en 7,6 millones.
Este contexto laboral tan poco propicio lógicamente tiene consecuencias. Una encuesta reciente de Rohto Pharmaceutical ha mostrado que la mitad de las personas solteras menores de 30 años no quieren tener hijos. Los motivos que justifican su respuesta son puramente económicos. Creen que no pueden permitirse los altos costes asociados a la crianza de un hijo.
No es un problema exclusivo de Japón
Aunque esta situación es específica de Japón, lo cierto es que supone un aviso para el resto del mundo. Y es que con el coste de la vida más caro y con los sueldos sin subir al mismo nivel, más personas pasan por dificultades financieras para llegar a fin de mes. Y con esa inestabilidad, formar una familia no es una prioridad.
Además de los motivos económicos, hay otras razones que también influyen en Japón, como es la entrada de la mujer al mercado laboral. Se trata de un país con una mentalidad muy tradicional en la que se espera que el hombre lleve el sustento a casa y mantenga a la familia. Así, la incorporación paulatina de mujeres a puestos de trabajo ha provocado que ellas quieran también priorizar sus carreras por encima de formar una familia.
También hay otros motivos como que las parejas cada vez pasan menos tiempo juntas o la pérdida progresiva del romanticismo entre los jóvenes. La suma de todos estos factores lleva directamente a la situación actual.
De esta manera, Japón sigue quedándose sin bebés y lanza una alerta al resto del planeta de lo que puede ocurrir a nivel global en los países desarrollados. Y es que la estabilidad laboral suele estar muy relacionada con la natalidad. (Yahoo-Noticias-JavierTaeno).