El nuevo plan de acción de la Organización Mundial de la Salud para acelerar el acceso universal a sangre y productos sanguíneos seguros aúna las recomendaciones existentes y propone nuevas y mejores formas de trabajar. Es el comienzo de una iniciativa de colaboración que se prolongará durante cuatro años para mejorar las transfusiones de sangre y los tratamientos en que se utilizan hemoderivados.
La sangre segura salva vidas en todo tipo de circunstancias, especialmente en situaciones de urgencia y epidemias. Las transfusiones de sangre y los productos sanguíneos son cruciales en los partos para la madre y el recién nacido; también son cruciales para la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes con enfermedades potencialmente mortales, como la hemofilia, la talasemia, la inmunodeficiencia y el cáncer; así como para tratar lesiones y traumatismos graves y llevar a cabo procedimientos médicos y quirúrgicos.
Ahora bien, los progresos hacia la mejora de la seguridad y disponibilidad de la sangre han sido lentos en muchas partes del mundo, lo que conlleva riesgos para la seguridad de los pacientes y somete a los profesionales de la salud a presiones indebidas. Además, los progresos se restringen mayoritariamente a los países desarrollados. De los aproximadamente 118 millones de donaciones de sangre recogidas en todo el mundo, el 42 % se realizan en los países de ingresos altos, donde vive el 16 % de la población mundial. Y uno de cada cuatro países de ingresos bajos no somete a ensayo toda la sangre procedente de donaciones, mientras que el 54 % de los países no cuentan con sistemas de vigilancia para garantizar la seguridad de la cadena de suministro desde el donante de sangre hasta el paciente.
Entre los retos cabe citar en particular: la lentitud en la aplicación de las políticas nacionales sobre donación de sangre y la fragilidad de los sistemas de reglamentación conexos; el número insuficiente de donantes de sangre voluntarios (considerados los donantes más seguros); las deficiencias en la gestión de la calidad de los ensayos de cribado, de detección de grupo sanguíneo y de compatibilidad; el uso clínico inadecuado de la sangre; y una financiación nacional insuficiente para garantizar la seguridad de la sangre.
Con el fin de abordar estos retos, la OMS ha establecido seis objetivos fundamentales para todos los países, y en particular los que tienen sistemas frágiles de reglamentación de la sangre:
• sistemas nacionales de reglamentación de la sangre debidamente estructurados, bien coordinados y dotados de recursos sostenibles;
• capacidad de reglamentación para garantizar la calidad y la seguridad de la sangre;
• servicios de transfusión que funcionan correctamente y se gestionan con eficacia;
• aplicación efectiva de la gestión de la sangre del paciente con el fin de optimizar las prácticas de transfusión;
• vigilancia efectiva, hemovigilancia y farmacovigilancia, apoyadas por sistemas integrales y precisos de recopilación de datos;
• alianzas, colaboración e intercambio de información para alcanzar las principales prioridades y afrontar conjuntamente los retos y amenazas que surgen en el ámbito mundial, regional y nacional.
La Organización espera poder colaborar con asociados de todo el mundo para aplicar el plan, mejorar el suministro de sangre, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos, en los que tan necesaria es dicha mejora, y salvar vidas. El plan estará en vigor desde 2020 hasta 2024. (OMS).